Me parece curioso que el lugar donde los refugiados sirios no pueden seguir con su viaje a un lugar seguro sea Idomeni por la relación que tiene con el mito griego de Idomeneo, del que Mozart compuso una ópera.
En este mito Idomeneo al volver de la guerra de Troya, después de haber luchado muy pasionalmente, se encuentra en medio de una gran tempestad. Poseidón, el dios del mar, le protege con la condición que sacrifique al primer ser vivo que vea al llegar a tierra que trágicamente es su propio hijo al que da muerte cumpliendo con el designio del dios.
Esto me recordaba la terrible imagen de Aylan, el niño sirio muerto en la playa que dio la vuelta al mundo.
Los que han tenido la desgracia de perder un hijo saben del dolor que sienten por no haber podido salvarlo, y a menudo se culpan de haber provocado previamente la ira de algún dios por sus deseos o actitudes. Idomeneo es el arquetipo que vivimos cuando uno no acepta que la vida tiene giros inesperados que nos producen un gran dolor.
Los refugiados huyen de una guerra enquistada durante años, como la de Troya, que no debiera de haber empezado, y su única solución es coger un precario bote y lanzarse al mar con toda su familia. Allí se tienen que ver con Poseidón y muchos niños mueren como Aylan.
La pasión obliga a veces a tomar medidas extremas que pueden ser muy trágicas y el construir un barco para salvarse de la emocionalidad del agua es una protección que no suele evitar del todo la tragedia.
Hay muchas guerras enquistadas en nuestra vida por celos, odios, ansias de poder, envidias y pasiones que acaban destruyendo a veces lo que mas queremos.
Cuando uno se entrega a la emocionalidad del agua nunca sabe el precio que va a pagar y tiene que estar dispuesto a cumplir el pacto que cada uno ha hecho con su dios interno.