Al ver las imágenes en televisión de la salida de las personas que estaban en el metro de Bruselas después del atentado terrorista del día 22, se oía a una mujer que parecía bastante joven chillando repetidamente sin consuelo. Sus gritos me evocaron los de Perséfone en el mito griego cuando es raptada por Hades y llevada al inframundo, el mundo de los muertos.
En el mito Perséfone es una ingenua e inocente joven que está cogiendo flores en el campo y Hades, el dios del inframundo, se enamora de ella y la rapta a su mundo infernal.
Imagino que la joven de Bruselas era también una persona ingenua cuando de repente una bomba le mostró toda la crudeza de la vida y la muerte, de ahí sus gritos al reconocer lo que todos en algún momento de la vida tenemos que aceptar: la inevitabilidad de la muerte y el caos. Como Perséfone esta joven seguramente creía que estaba en un lugar seguro y que tenía su vida controlada, tal vez demasiado como Perséfone, y tuvo que hacer su bajada al inframundo. Esta experiencia es común en el proceso de crecimiento de todos los seres humanos aunque a veces toma un aspecto terrible y dramático como en este caso.
El mito nos dice que Perséfone se resiste a Hades y que su madre Deméter la busca por toda la tierra y solamente Hécate, la vieja sabia, le dice que ha oído los gritos de su hija.
Deméter descuida sus funciones desesperada por la desaparición de su hija y todo se trastoca en el mundo. Así suele suceder cuando alguien vive una experiencia traumática, todo su mundo se pone del revés y las relaciones cambian porque todo adquiere un nuevo sentido.
Mientras tanto Perséfone en el Hades tiene que hacerse un lugar y compite rabiosa por salir de él con la misma Afrodita y Adonis. Cuando uno entra en el caos personal después de la desesperación (o justamente por ella) intenta sobrevivir a través del orgullo y la vanidad, negando a veces el dolor o dramatizándolo competitivamente. Uno puede sacar mucho partido a las experiencias traumáticas victimizándose y odiando al agresor. Ojalá que esta joven pueda atravesar el odio y el miedo a su agresor, trascendiendo esta experiencia.
Finalmente Deméter hace un pacto con Hades para llevarse a su hija, pero hay una norma en el Hades de que en el inframundo no se debe comer nada. En el mundo oscuro el alimento es el odio y el victimismo y uno no puede alimentarse de esto y vivir con el corazón abierto.
Perséfone en su viaje de vuelta a la tierra de forma inconsciente come unas pepitas de granada que le hacen volver periódicamente al Hades completándose así el trabajo. Uno necesita poder estar en el «gran lugar de abajo», como llaman al caos, para poder ser una persona completa y madura.
Perséfone en sus visitas periódicas al inframundo acaba reinando al lado de Hades con toda la madurez conseguida al atravesar la oscuridad y darse cuenta de que son necesarios los dos aspectos, la cara y la cruz, en la experiencia humana.